¡¡Por fin llegó el día D!!
El sábado bien temprano me levanto, desayuno, recojo la comida de la nevera y empiezo a bajar las cosas para el coche.
Un beso a la cónyuja y con la bici en el portabicis, me voy a recojer a Javi. La hora, bastante intempestiva para ser un sábado.
Gracias al Señor TomTom llego a Ripollet sin más contratiempo. Al momento de estar esperando, baja Javi y nos saludamos al grito de "quién nos mandaría a nosotros... ¡Con lo tranquilos que estábamos!"
Cargamos su bici en el coche, las bolsas al maletero y guiado por Javi tomamos rumbo a la gasolinera de El Bruc, donde nos espera el resto de la tropa.
Al llegar allí Javi me presenta a Luis, Enrique, Jesús, Serrano y Lucas, que ya nos esperaban allí, a pesar de que íbamos avanzados sobre la hora pactada.
Seguimos camino y un ratazo más tarde, por fin, llegamos a Sariñena. Después de dar una vueltecita innecesaria, gracias a las indicaciones erróneas de un email de la organización, nos dirigimos al recinto ferial a recoger los dorsales.
Con más cola de la deseada, recogemos los dorsales y a golpe de TomTom, nos dirigimos a la casa rural donde vamos a pasar la noche. Allí nos espera el casero, que tiene una pinta bastante "peculiar".
La casa es espectacular y tras dejar los bártulos, vamos a tomar la primera cervecita del día al único bar del pueblo, mientras empieza a caer un chaparrón bastante imponente, confirmándose la amenaza de lluvia que había desde hace días.
Charlamos animadamente con un ojo puesto en el cielo y al acercarse la hora de la batalla, vamos a la casa, nos vestimos de toreros y empezamos a comernos los tupper de pasta que cada uno ha traido de casa. Ha parado de llover y eso nos tranquiliza un poco.
No sé el motivo, pero al final casi se nos hace tarde, así que salimos para Sariñena y tenemos suerte con el aparcamiento, pues al no pasar por el centro del pueblo, dejamos los coches casi en la salida.
A aquellas horas ya está allí "el mundo" y unos cuantos más. Bajamos los trastos y empezamos a echar aceite, mirar presiones, preparar bidones... vamos un mogollón de cosas que, cuando acabamos, nos deja un pequeño ratito para calentar antes de la salida.
Cuando vamos a la línea de salida, estamos los últimos y rodeados por una marea humana bastante variopinta: desde los semipro, a uno que va con los portaequipajes puestos en la bici. ¡¡Hay gente pató!!
Contra pronóstico no estoy nervioso y apenas llego a 100 pulsaciones. Buena señal...
Por fin dan la salida. Empiezan a salir los de delante y los de detrás empiezan a gritar, aunque aquí no se mueve nadie todavía. Se acaban las ganas de gritar y todavía no nos hemos movido. No me preocupa mucho pues este año han incorporado un chip en el dorsal y así cronometrarán el tiempo de salida (o eso deberían haber hecho, aunque veremos luego que NO).
Nos despedimos los siete y quedamos en un lugar de encuentro denro del recinto ferial.
Poco a poco empezamos a movernos y enfilamos la vuelta al pueblo donde nos hacen pasar por calles que están en obras y tienen estrechamientos. No hay que decir que las paradas son abundantes, al más puro estilo hora punta en cualquier ciudad. A estas alturas de carrera ya hay un ciclista pinchado y cambiando la cámara... ¡¡vaya mala suerte, chaval!!
Tras la vuelta al pueblo, volvemos al punto de partida y empieza de verdad la carrera. Desde la última vez que vine, han asfaltado el primer trozo de pista que lleva desde el pueblo hasta una estación de aguas. Poco más de un kilómetro...
Ya empiezan a formarse los primeros grupos y también aparecen los agonías que adelantan haya sitio o no... Yo he salido tranquilo, sin apretar y con la intención de llegar lo más entero posible al final de la segunda bajada, donde las pasé canutas hace tres años. También llevo en mente los consejos de Tico de acordarme de beber y de comer.
Con algún que otro frenazo y con el primer accidentado lleno de sangre del día, llegamos a la primera tachuela que afronto con la mayor de las calmas posibles, sin subir de pulsaciones aún a costa de subir casi todos los piñones metidos.
Seguimos tirando y el tiempo parece que empieza a abrirse, alejando poco a poco la amenaza de lluvia.
La polvareda va en aumento y cuando el viento viene por detrás, no deja ni ver el suelo por lo que a ratos es peligroso.
Llegamos al famoso charco y aunque hay quien se baja para pasarlo andando, unos cuantos chulitos lo pasamos sobre la bici sin mojarnos siquiera. Tampoco era para tanto...
Estoy contento pues llevo un buen ritmillo y las pulsaciones son realmente bajas, lo que asegura que la fatiga (como dice Perico Delgado) tardará más en llegar.
Primeras rampas de la primera subida y ya hay gente con mala cara y parados en la cuneta. También hay un Nissan Patrol ambulancia que, poco a poco, transita por la pista para auxiliar a algún herido. Cosas así te despiertan y te hacen estar mucho más atento a todo.
La subida va transcurriendo tranquilamente, regulando pulsaciones y aun así adelantando a bastante gente. ¡¡Muy bien!!
En el último rampote de la subida, que hago en plato pequeño, me alcanza Lucas y a partir de allí formamos un tándem durante una buena parte de la carrera. El binomio lo formamos voluntariamente y sin compromiso de esperar al otro ni de tirar más para seguirlo, pues seguir el ritmo propio es fundamental en una prueba de esta duración.
Llegamos al primer avituallamiento y está allí medio mundo, por lo que me cuesta un montón alcanzar el agua y los plátanos, aunque cuando los alcanzo me zampo dos por si las moscas. Relleno de agua el bidón de Isostar que me había bebido un poco a la fuerza y seguimos para adelante. Tras salir, me zampo el primer Powergel en marcha para ir reponiendo algo de lo gastado hasta entonces.
Entre los dos primeros avituallamientos el terreno es casi llano, con algunas pequeñas tachuelas, que Lucas sube con más fuerza que yo, por lo que siempre se me adelanta. Yo le recupero el terreno en las bajadas y así, por un terreno muy favorable vamos sumando kilómetros uno tras otro, con el objetivo de ahorrar todo lo posible para luego no pagarlo.
Segundo avituallamiento y hay algo menos de gente. Vuelvo a rellenar el bidón que había vaciado y echo dos pastillas de Isostar dentro. Me vuelvo a zampar otro Powergel y varios plátanos.
A partir de aquí empieza lo bueno y, aunque hace menos viento que hace tres años, algunas ráfagas se empiezan a sentir con fuerza.
Segunda subida del día y también con calma. Me siento superbien, bajo de pulsaciones y con la sensación de poder tirar mucho más de lo que tiro... Buena señal sin duda...
Se forma un grupo de ciclistas muy interesante, pues el ritmo es muy parecido al mío. Nos enganchamos a ellos y vamos subiendo adelantando a mucha gente. Aunque el ritmo que llevan es perfectamente asumible, al final le hago caso al pulsómetro y los tengo que dejar irse para no pasar los límites ultraconservadores que me había autoimpuesto... Una lástima, pues el grupo me gustaba, jeje ...
En el primer descansillo de la subida pregunto a Lucas por cómo se encuentra, pues hacía rato que lo sentía detrás mio pero no podía hablar con él. La respuesta: "voy justillo" no es muy buena, pues queda lo peor por delante.
Tras el descansillo tomamos la segunda parte de la subida y la subo como si nada. A 200 metros de la cima le digo a Lucas que ya estamos arriba, que se anime... y es la última vez que lo veo hasta la llegada.
Animado por lo bien que me encuentro, aprieto un poco más durante esos 200 metros y empiezo a bajar bastante a saco, sin arriesgar pero adelantando a mucha gente, incluidos los que llevan bicis con doble suspensión. Es lo que tiene juntarse con gente que baja tan bien, que sin querer, aprendres también a bajar
Es una bajada no muy pronunciada pero bastante larga y con algún repechito de subida en medio, así que descansar, descansar, no se descansa mucho. Voy planeando la carrera en mi cabeza y decido que no voy a parar en el próximo avituallamiento. ¿El motivo? pues que llevo de todo: Isostar, agua y me pienso comer una Powerbar en cuanto llegue al llano, además el cuarto y último avituallamiento está relativamente cerca del tercero.
Final de la bajada y tercer avituallamiento que, como ya he dicho, me salto sin parar, esquivando las bicis que han dejado en medio de la pista dificultando el paso.
Saco la Powerbar que está casi deshecha por el calor y me la zampo. Dos buenos tragos de Isostar y vuelvo a estar a tope.
A partir de aquí empieza mi carrera de verdad. He estado ahorrando todo lo posible, cogiendo ruedas para taparme, descansado... y ahora llega el momento de gastarlo.
Muy a lo lejos veo un grupo y decido tirar a pillarlos. La estrategia a partir de aquí es ir saltando de grupo en grupo hasta encontrar el que me vaya bien si es que lo encuentro...
Cuando llego a ellos estoy un buen rato a rueda recuperándome del esfuerzo y siguiendo el excelente ritmo que llevan. Durante un buen rato creo que son el grupo definitivo, pero cuando pasa ese rato y me recupero veo que no, que puedo ir mucho más rápido que ellos.
Vuelvo a saltar del grupo y en esos momentos llego a la supersubidadelamuerte, donde hace tres años casi casco. A diferencia de entonces que tenía todas las piedras sueltas y con mucha arena, ahora, gracias a la lluvia es un barrizal con un carril ciclable de un palmo a la derecha del camino.
¡Plato pequeño y para arriba! Ya casi estoy arriba cuando el que va delante mio para de pedalear y yo también tengo que poner pie a tierra. ¡¡¡Qué rabia!!! pues ya lo tenía en el saco, pero otro año será...
Del cabreo, cojo la bici por la potencia y empiezo a correr cuesta arriba, adelantando a los que llevaba delante y que han podido subir la cuesta sin poner pie a tierra. Se cumple la máxima de que cualquier piltrafilla corriendo sube más que un ciclista si la rampa es muy dura.
A partir de aquí está el altiplano donde hace tres años casi salgo volando. Esta vez los campos no tienen un cereal alto y verde, sinó que están con otra planta más baja y casi naciendo. El viento no es el de la otra vez, pero también sopla con consistencia y sí... también en contra.
La pista tiene únicamente dos carriles limpios de gravilla en los laterales y es por ahí por donde se forman trenes de bicis en fila india. Me subo a uno de ellos y voy saltando de tren en tren para adelante.
En este trozo debe de haber algún tipo de radiación pues los tontos se acumulan... o los listos se vuelven tontos... Me explico...
Hace tres años ya me encontré con un super-tonto y este año también.
Como decía voy saltando de tren en tren, pero en un momento encuentro a uno que va más o menos a mi ritmo y durante un rato voy a rueda. Bastante cerca va otro grupito, así que le adelanto y le dejo que coja mi rueda para que también se tape y podamos llegar juntos al grupito de delante, pero justo al llegar, me vuelve a adelantar y sigue tirando.
Es evidente que el grupito ese ya no me interesaba, que la rueda interesante volvía a ser la de este fistro, por lo que la vuevo a coger y es ahora cuando el listo se vuelve tonto, pues cuando se da cuenta de que voy a rueda empieza a cambiar de dirección, mirando a ver si le sigo y cuando ve que no me puede dejar atrás, va el muy tontorrón... ¡¡¡y se para!!! Vamos, para darle una medalla, bueno, mejor dos: una por tonto y otra por si la pierde.
Pasando tres kilos de él sigo palante y sigo encontrando gente con los que formamos grupo hasta el último avituallamiento, donde sí que paro, relleno el último bidón, me zampo tres barritas, le echo las últimas pastillas de Isostar y continúo.
A partir de este avituallamiento, los kilómetros que quedan son deshacer los primeros de la carrera, así que lo peor ya ha pasado.
Me zampo el último Powergel y sigo tirando como un poseso.
A partir de aquí los cadáveres ya abundan. Cantidad de ciclistas que han medido mal sus fuerzas o se han confiado por el presunto recorrido llano y que ya van con la luz de la reserva encendida. Vamos, como me pasó a mi hace tres años, sin ir más lejos, jeje...
Sigo avanzando a buen ritmo y durante un buen rato oigo que llevo a alguien a rueda, lo cual no me preocupa lo más mínimo, pero cual es mi sorpresa cuando veo que era el listo-tonto, que al rato me adelanta y se preocupa muy mucho de que no le vuelva a coger la rueda.
Como en mi vida cotidiana ya tengo bastantes tontos de los que preocuparme, paso de él y sigo a mi ritmo, pero el muchacho no se aleja de mi, pues va también a tope y echando lo que le queda.
Sigo adelantando a gente y unos comentan en voz alta, "cómo se puede llevar ese ritmo pasados los 105 kms?". La respuesta es obvia: habiendo guardado en el principio de la carrera.
Esto se va acabando y por fin llegamos a la última parte del recorrido, ahora asfaltada y que, en subida, nos llevará a Sariñena. Mi "amigo" sigue delante mio muy preocupado en mirar para atrás de vez en cuando para ver dónde vengo.
En este momento dudo en si intentar llegar antes que él o pasar. Es una apuesta que puede salir muy bien si le gano en meta (¡Qué bueno soy co*o!) o muy mal si no lo consigo o si me vuelve a pasar él.
Pensando eso andaba, cuando, a lo lejos, se ve el final del recorrido: unos 300 metros de subida, giro a la izquierda, 50 metros llanos, giro a la derecha y 100 metros llanos más de recta de meta. No me lo pienso más, bloqueo la horquilla, me pongo de pie y me marco un sprint que se queda sin respuesta y que me lleva a la meta con 21 segundos de ventaja sobre el "listo-tonto". ¡¡Qué bueno soy co*o!!
Con satisfacción paro el Polar con 5:23:31, que ha sido algo menos, pues se me ha olvidado pararlo al pasar debajo de la meta. Voy al recinto ferial y me zampo media fideuá (este año estaba incomible) y me bebo la segunda cerveza del día.
Llamo a la cónyuja y le explico la hazaña: que he tardado casi media hora menos y que no he llegado muerto sino vivito y coleando. Llamo también al Tico y me dice que le doy envidia "Pues haber venido, que ya te invité a venir". Llamo a Alfons pero no está disponible.
Como los míos todavía no han llegado, me pongo en la cola y lavo la bici mientras espero que la ternera que están asando sea servida.
Cuando acabo de lavar la bici veo que Lucas ya ha llegado y charlamos un rato. Me cuenta que en la bajada me he ido y que luego ya no ha tirado para pillarme.
Atacamos la ternera en varias oleadas y nos bebemos unas cuantas cervecitas más.
Empieza a hacer frío y el resto de la tropa no ha llegado todavía, así que me pongo la ropa que llevaba en el mallot por si llovía.
Al rato empiezan a llegar más de los mios, incluido Javi que se ha dado un revolcón con resultado de daños de chapa y pintura, y que ha necesitado de atención sanitaria durante el recorrido.
Seguimos comentando batallitas mientras zampamos ternera y hasta que finalmente llegan los últimos de Filipinas.
La organización empieza a colgar las listas y al revisarlas, cual es mi sorpresa al ver que el tiempo que sale es el bruto, es decir, que no han descontado el tiempo que hemos tardado en llegar a la salida. Es evidente que el sistema de cronometraje con chip permite eso y más, y que todas las carreras atléticas lo hacen para que el participante tenga un registro lo más exacto posible de su tiempo. Con este sistema de medición, mi tiempo pasa a las 5:28h. Este es un punto a mejorar por la organización.
Como ya estamos todos, recogemos el chiringuito y nos vamos para la casa, donde Javi y yo nos duchamos y vamos al bar del pueblo donde el Barça se juega media liga con el Villarreal.
Cuando llegan el resto, cenamos unos platos combinados con unas ensaladas y unas cervecitas mientras vemos como el Barça machaca al rival. Algunos se toman una copichuela y nos vamos para la casa, que mañana toca viaje de vuelta.
La noche se pasa en un cerrar y abrir de ojos, y tras un desayuno poco light a base de huevos fritos con manjares de la tierra, nos despedimos en Sariñena y salimos, cada uno a nuestro ritmo, destino BCN.
Como conclusión, no puedo estar más contento de la carrera: bien planificada y bien ejecutada, con un resultado de lo más apropiado para un piltrafilla como yo.
De hecho, ya estoy preinscrito en la Extreme Bardenas... pero eso ya forma parte de otro post, jeje....