A ritmo

24 abril 2006 · 0 comentarios


Si queremos llegar a la Cabrerés con más o menos esperanzas de que no nos pasen 7000 ruedas de tacos por encima, tenemos que salir y montar, hacer el callo en el culo y acostumbrarnos a estar 5 ó 6 horas encima del sillín. Si no es así lo vamos a pasar mal.

En las últimas salidas vemos que cada día vamos mejor, incluso los que han estado de parón los meses de invierno, van mejorando en sus sensaciones sobre la bici y eso sólo tiene un secreto. Montar y meter kilómetros a las piernas.

El sábado hubo convocatoria en Cerdanyola donde acudieron Dami, Félix y Kiko. Yo no pude asistir por compromisos familiares y por tanto desconozco la ruta que siguieron.
El domingo se amplió la convocatoria y a los del sábado nos añadimos Alfons y yo. Tras los saludos de rigos empezamos a pedalear hacia la zona del Parc Tecnològic y de allí subimos por una "supersubida de la muerte" llena de raices, piedras y tierra suelta, que sólo Dami logró subir del tirón.
A mí me faltó poco pero me equivoqué en una trazada, me resbaló la rueda trasera y tuve que poner el pie a tierra aunque pude acabar de subirla sin más incidentes.
Hoy la ruta propuesta iba a llevarnos por sitios que normalmente frecuentamos pero en sentido opuesto.
Así nos dirigimos hacia Can Borrell para subir hasta la Ermita de Sant Medir y luego continuar subiendo por la conocida como "Pista de Víctor".
Esta subida no es realmente empinada pero bastante técnica con el suelo lleno de piedras sueltas y formando escalones.

Enseguida Alfons se puso en cabeza y empezó a tirar como si tuviera prisa. Bueno, de hecho, tenía prisa porque su familia le esperaba para salir a pasear y a una cónyuja no se le hace esperar si no quieres tener problemas. Serios problemas.

Como decía, Alfons tiraba cuesta arriba como un condenado y me llevó con la lengua fuera hasta que por fin llegamos arriba del todo. ¡Este tío cada día está más fuerte, ya no hay quien lo deje atrás!.
Poco a poco llegaron Kiko, Félix y Dami. Alfons se despidió pues ya he comentado que tenía prisa y nosotros buscamos una bajada que nos llevara hasta Can Coll a tomar el cortado pertinente.
Elegimos la bajada del antiguo Jardín Botánico y rápidamente Dami, Kiko y yo nos distanciamos de Félix que es bastante prudente en las bajadas.
Mientras esperábamos que llegara vemos a un grupo de ciclistas donde uno de ellos viene con casco integral, rodilleras y con una bici acorde a la indumentaria y se salta un tronco que había en medio del camino como si nada. Dami le encuentra un cierto parecido Marvin el Marciano de la Warner Bros. Cuando Félix llega todavía nos estamos riendo de la ocurrencia.
Seguimos bajando sin más incidencias hasta que casi en Can Borrell, en una subida que hacemos esprintando, Félix se da un tortazo.
Ha chocado con la rueda delantera con algo y se ha ido de morros al suelo. Se levanta sacudiéndose el polvo y con magulladuras sólo en el orgullo. 10 metros más allá se para al descubrir que del encontronazo la rueda delantera se ha reventado. Cambio de cámara y a por el cortado.

Regresamos hasta el lugar de salida sin más contratiempos, nos despedimos y hasta la semana que viene.

Yo prolongo la salida hasta casa pues he ido a Cerdanyola en bici y ahora me toca volver. Atravieso Montcada y por el Parque Fluvial del Besós llego hasta casa.

El fin de semana que viene, aprovechando los tres días de fiesta tenemos planeado hacer una ruta un poco diferente siguiendo un track con el GPS. Esperemos no perdernos...

Yupiiiiiii

18 abril 2006 · 0 comentarios

Ya tocaba.

Después de muchísimos días sin tocar la bici, esta Semana Santa me he tomado la revancha.

La preparación de la Cursa de Bombers había hecho que centrara mis ratos libres en intentar no acabar el último de esta carrera y como consecuencia la pobre bici estaba ya criando telarañas.

Había minimizado el mono de montaña yendo a correr allí, pero aún así ya tenía ganas de sufrir un poco sobre la bici.

El martes, dos días después de la Cursa de Bombers, Alfons y yo nos reunimos en Cerdanyola para dar una vueltecita con la bici. Conscientes de que estaríamos machacados, salimos sin pretensiones, a ver qué pasaba y a hacer el recorrido que nos apeteciera.

Charlando y comentando las incidencias de la carrera fuimos pedaleando por la montaña que en este tiempo está preciosa, hasta que casi sin darnos cuenta llegamos a la Font Groga. Como íbamos bien de tiempo, decidimos que íbamos a ir hasta Sant Pere Mártir pues durante el invierno en varias ocasiones lo habíamos intentado y por falta de tiempo o por exceso de lluvia, todavía se nos resistía. Además Alfons no conocía el sitio y esto no podía seguir así.

Atravesamos Vallvidrera y nos presentamos al pie de la montaña dispuestos a afrontar el subidón que lleva hasta la cumbre.

Paciencia, platillo y parriba.

Llegamos cansados pero satisfechos y durante un buen rato nos deleitamos con la hermosa vista de Barcelona y alrededores que se divisa desde allí.

Vuelta hacia casa con el culo un poco dolorido pero satisfechos de la bonita salida y de lo fuertes que estábamos sin apenas salir con la bici.

Al día siguiente, bici y maletas al coche y para la Cerdaña donde Dami y su familia nos habían invitado a mi famialia a pasar unos días.

El jueves despertador y a las 8:30 con bastante frío Dami y yo salimos a recorrer los parajes cercanos a Llívia, sin ninguna subida digna de especial mención, pero con sube-bajas para ir haciendo "el callo en el culo" como dice Dami. Al atravesar una riera, nos mojamos los pies y con el frío que hacía, se nos quedaron como cubitos, suerte que hacía sol y durante un rato estuvimos con los pinreles al sol en una estampa memorable.

En total recorrimos 20 kilómetros para ir abriendo el apetito para el viernes donde nos esperaba una salida de montaña con Albert y Raul, amigos de Dami que están en bastante mejor forma que nosotros.

El viernes de nuevo despertador y hacia Santa Leocadia donde nos esperaban Albert y Raul para darnos para el pelo.

Tras las presentaciones y saludos de rigor, nos dirigimos hacia el Balneario de Llo, en la Cerdaña francesa y allí empieza la fiesta subiendo por carretera hacia el nacimiento del río Segre por un cañón de belleza increible pero con bastante pendiente.

Dami acusa bastante la subida y sus meses de abstinencia bicicletera, pero sube sufriendo como un campeón sin poner pie a tierra. Yo, contra todo pronóstico, sigo el ritmo que llevan Albert y Raul sin problemas y encima voy cómodo.

Antes de llegar a los 2000 metros de altitud empiezan a aparecer trozos de pista completamente cubiertos de nieve que, al principio nos hacen gracia, pero a medida que seguimos subiendo y se hacen más espesos y seguidos, ya nos dejan de hacer gracia, sobre todo cuando se nos empapan los pies por la nieve que nos llega hasta media pantorrilla en algunos lugares.

¡Que bonita la nieve!

El ritmo se ralentiza y el tiempo estimado de llegada a casa, donde nuestras familias nos esperan para ir de picnic, se va retrasando y la nieve que no desaparece.

Después de 50 minutos de empujar la bici, ya estamos hasta las narices de nieve y no tiene pinta de ir a menos, pero al final llegamos a la cumbre, cambiamos de vertiente y la nieve desaparece dando paso a una de las bajadas más bonitas que recuerdo.

Llegamos a un pueblecito francés llamado Err con los frenos de disco echando humo y los pelos de punta del bajadón. Nos despedimos de Albert y Raul y salimos pitando hacia Llívia donde nos tememos lo peor de nuestras cónyujas que ya deben de estar hartas de esperarnos, pero, oh, sorpresa, ni están enfadadas ni mucho menos.

37 kilómetros con casi 1000 metros de desnivel positivo y una altitud máxima de casi 2100 metros. ¡¡Ahí queda eso!!

El sábado, ya en Badalona, descanso pues el domingo de nuevo Alfons me tenía preparada una salida más que interesante desde Granollers hacia el macizo del Montseny, guiados por Tiko, un amigo suyo bastante maquinón.

El domingo recojo a Alfons en Cerdanyola, cargamos su bici en mi coche y para Granollers donde llegamos un poco antes de las 8:30.

Allí me presenta a Tiko y éste decide que, aunque ha estado unos días un poco enfermo y no está en plena forma, nos llevará al Sui.

En algunas crónicas de grupos de BTT que sigo habitualmente, había leido algo sobre ese pico que está en el macizo del Montseny y me sonaba que había un subidón bastante considerable, pero si hay que ir se va.

Iniciamos la ruta y enseguida me doy cuenta del especial estilo de Tiko. Para empezar no lleva casco ¿?, es bastante delgado y sobre la bici se desenvuelve de forma "especial", pues antes había corrido en carretera. No puedo evitar acordarme de Michel, un amigo de Dami que vive en Almería y que es clavadito a Tiko, tal vez un poco más bajito, pero muy parecido: flaco, con unas piernas que dan miedo, sin casco, etc.

Después, en la bajada, el parecido con Michel ya quedaría del todo patente, pero ya llegaré, ya.

Por caminos rurales y urbanizaciones llegamos hasta Cánovas, donde empieza la verdadera subida hacia el Parque Natural del Montseny por una carretera que pronto se convierte en pista y enseguida una cadena impide el paso a los vehículos.

Primer rampote y llegamos a un embalse donde el paisaje es precioso. Alijeramos ropa pues Tiko nos avisa de que la subida es importante y si él lo dice con esa planta de escalador que tiene, definitivamente hoy lo voy a pasar mal.

Seguimos subiendo y muy arriba en plena montaña se aprecia una masía. Tiko nos dice que la masía está a 1/3 de la subida. Yo me empiezo a asustar aunque me cayo y sigo subiendo sin rechistar aunque intentando regular.

Después de un buen rato de subida llegamos a la masía donde descansamos, nos comemos unas barritas y "admiramos" lo altas que son las montañas que todavía nos quedan por subir. Cada vez el suelo está peor con mucha arena, piedras y trozos de ramas, que unido al desnivel, hace que vaya abusando del plato pequeño sin remordimientos.

Tras casi 3 horas después de la salida, llegamos al Pla de la Calma y desde allí el Sui ya está casi al alcance de la mano. Cambiamos la pista ancha de arena por un sendero lleno de piedras y en 15 minutos más llegamos a la cima del Sui, desde donde la vista de la comarca del Vallès y del resto del Macizo del Montseny es espectacular. Lástima que haya un poco de neblina.

Llamo a la cónyuja desde la cumbre para que no prepare la comida todavía que aún faltan 28,6 kilómetros de bajada y la vuelta en coche.

Tras reponer algo de fuerzas, nos volvemos por el mismo camino que hemos subido.

Al llegar a la pista ancha, empieza una bajada a saco donde durante un rato soy capaz de seguir a Tiko. La bajada es muy complicada y deja a la altura del betún a la del viernes en Francia, aunque Tiko la baja a todo trapo.

Me viene a la memoria una caída que tuve en la bajada del Castell de Burriac en Argentona, que es muy parecida a esta y me da canguelo, por lo que decido esperar a Alfons que, como siempre, baja a su ritmo y bajar tranquilamente. Definitivamente este ritmo es bastante más sensato, pues no quiero pensar en pinchar una rueda bajando a todo trapo.

Con las muñecas fundidas de tanto bache, llegamos a la masía donde paramos en la subida y Tiko nos está esperando. Seguimos bajando y a la altura del embalse ahora hay bastante gente pasenado por lo que vamos más despacio hasta coger de nuevo el tramo asfaltado que lleva a Cánovas y que hacemos tirando a plato como si todavía tuviéramos fuerzas.

Las 3:15 horas de subida me han dejado el culo como el de un mandril y en el primer tramo asfaltado de subida me quedo fundido como una loncha de Tranchetes en una sandwichera.

Definitivamente la salida del viernes en la Cerdaña me está pasando factura. De hecho me sorprendo de haber tardado 50 kilómetros en petar.

En las subidas me quedo atrás mientras en las bajadas hago valer mi mayor peso para acercarme a mis compañeros de aventura.

Vamos por las mismas pistas agrícolas que habíamos transitado hasta que en una doble curva casi me la pego. Es una doble curva izquierda-derecha que trazo como si fuera Pedrosa siguiendo el rastro de Tiko y con Alfons detrás mío, pero en la curva de derecha me acerco demasiado al interior y cojo un resalte que me hace volar medio metro o así, pero que me impide acabar de trazar la curva y me pego un recto saliéndome por el margen izquierdo de la pista donde un campo sembrado me espera. Entre la pista y el campo hay un desnivel de bastante más de medio metro y en un gesto instintivo echo el cuerpo atrás, tiro del manillar y pego un salto con aterrizaje perfecto en el campo, todo ello aderezado con un grito digno de un kamikaze.

Paro la bici y casi no puedo hablar. Menudo susto. Me podía haber empiñado a base de bien pero unas veces tienes suerte y otras no, y hoy era mi día de suerte. Alfons se hace cruces de que no me haya caído mientras le explica a Tiko la maniobra de supervivencia que he hecho y me dice que creía que me caía. Sí, lo confieso, yo también creía que me caía.

Sin más incidentes seguimos hasta casa de Tiko donde nos invita a un aperitivo y me bebo una Pepsi que me sabe a Gloria Bendita.

Dándole las gracias nos despedimos hasta la próxima, bicis al coche y para casa, que la familia de Alfons le esperaba para que hiciera una paella que, mucho me temo, comieron algo tarde.

Al día siguiente, lunes festivo, más bici. Esta vez con Dami y Kiko en Badalona.

La hora de salida mucho más cómoda a las 9:00. Como andan un poco resacosos después de algún tiempo sin montar en bici, decidimos hacer una salida light que a mi, después del machaque del día anterior, me pareció más que bien.

Aún así subimos la pista del depósito sin siquiera pararnos a beber ni un trago de agua y mucho menos a descansar. ¿Qué ha sido de esos anacardos que nos zampábamos en el Collet de la Vallençana?. Cuando dicen de ponerse en forma no hay quien les tosa.

Total, que entre bufidos y resoplidos llegamos arriba de la pista del depósito y cogemos un sendero que baja por la zona de Can Ruti a ratos convertido en trialera y que después de bastante tiempo sin frecuentar trialeras de este calibre, se me hizo bastante difícil de superar, teniendo que poner el pie a tierra bastantes veces.

Tras llegar abajo, cortadito reglamentario y para casa.

En resumen han sido unas jornadas de bicicleta memorables, con una compañía siempre magnífica y con unos parajes imcomparables que me han vuelto a meter el gusanillo de la BTT en el cuerpo, si es que alguna vez se marchó.