Peregrinación a Montserrat

19 junio 2006 · 0 comentarios

Ya hacía bastante tiempo que me rondaba por la cabeza intentar llegar hasta Montserrat subido en la bicicleta.
Esta vez aparte del componente deportivo se le añadía un componente más espiritual, pues tenía pendiente desde ya hacía demasiado tiempo una visita a "mi Moreneta".
Con estos antecedentes, había conseguido medio engañar a Alfons para que me acompañara y teníamos fijada la fecha del 2 de julio próximo, para intentar acometer tamaña gesta.
Anulaciones de última hora en compromisos previos, nos dejaron el día 11 de junio disponible y, ni cortos ni perezosos, cambiamos la fecha y para Montserrat se ha dicho.

A las 7:15 iniciamos la ruta desde la misma puerta de Alfons y nos dirigimos hacia Sant Cugat siguiendo un par de tracks que había conseguido en la red.
Tras pasar por el campo de golf de Sant Cugat, que a aquellas tempranas horas domingueras ya tenía bastantes practicantes, nos adentramos en el Parque de Collserola con destino al Puig Madrona, el cual bordeamos tras pasar por la Ermita de Salut.

Primera duda en el seguimiento del track, que nos lleva a dar una vueltecita pero enseguida encontramos de nuevo el camino. Pasamos por el cementerio de Roques Blanques en El Papiol que a esa hora todavía no cuenta con visitantes y donde se respiraba bastante Paz.

Siguiendo el track, segundo despiste del día. Demasiado cercano al primero y me empiezo a mosquear conmigo mismo por no saber interpretar lo que el GPS me dice. Enseguida solventamos la pérdida y retomamos el camino correcto. A partir de aquí, las minúsculas flechas amarillas que indicaban el camino correcto, se vuelven flechotas enormes que casi nos hacen olvidar el GPS y seguir exclusivamente las indicaciones que vamos encontrando.
En cuanto a la orografía, ya nos vamos enfrentando a lo que será una constante hasta llegar al último subidón que lleva directamente a Montserrat, que son continuos sube-baja, o mejor dicho baja-sube, pues da bastante rabia ver como pierdes altitud para, inmediatamente, tener que volver a ganarla.

Ya empezamos a tener hambre y, como caida del cielo, nos cruzamos con la carretera que va desde Terrassa hasta Martorell, justo a la altura de un restaurante con una pinta increible. No lo dudamos ni un segundo y nos paramos para reponer fuerzas.
Dos tostadas de pan de payés con lomo y queso, Coca-Cola y un cortado nos dejan más que repuestos y con las pilas cargadas para el resto del camino.
Ir hasta el restaurante nos ha alejado del camino marcado por las flechas amarillas, pero siguiendo el señalado por el track, así que al reanudar la marcha decidimos seguir el track y no deshacer lo andado para buscar las flechas, convencidos de que más alante volverían a juntarse ambos caminos.

Siguen los baja-sube y el calor empieza a hacerse patente pues este tramo de la ruta transcurre por una zona bastante falta de sombras y polvorienta.

Enseguida nos encontramos con que el camino que transitamos está marcado con unos papelitos de color naranja de una caminada desde Barcelona a Montserrat. ¡Para que luego digan que nosotros estamos locos!.
Tras atravesar varias urbanizaciones, finalmente bajamos por una trialera que al final nos hace poner pie a tierra, pues no estamos para caernos a estas alturas. Allí hay un cartel que anuncia que nos faltan 25 kms a Montserrat y eso nos anima bastante.
Abajo del todo llegamos al cauce de un riachuelo afluente del Llobregat. Me vuelvo a despistar y si no es por Alfons que ve uno de los cartelitos naranja, nos hubiéramos desviado bastante. Me vuelvo a mosquear conmigo mismo por no ir pendiente del GPS.

Al otro lado del cauce empieza un subidón que hacemos empujando. Suerte que es bastante corto y enseguida se convierte en asfaltado al paso por una urbanización. Continuamos el track y las flechas amarillas que ya coinciden durante un buen rato, hasta que las flechas se van hacia una trialera de bajada y el track indica recto por la urbanización.
Nuevamente una pequeña crisis pues nos surje la duda de que el track vaya por un sitio de más subida en lugar de escoger el camino que baja. Reviso otro track que llevo de soporte y este también indica continuar por la urbanización, así que seguimos subiendo aunque bastante mosqueados pues al frente se ve una montaña que no tenemos ningunas ganas de subir para volver a bajarla para llegar hasta la falda de Montserrat.
Un par de kilómetros más allá, empieza una bajada que nos lleva hasta una carretera que va a parar hasta Olesa de Montserrat. La bajada es bastante rápida y propongo tomar algo fresquito al llegar al pueblo, cosa que hago yo solo pues a Alfons no le apetece. Me tomo una Coca-Cola que me sabe a gloria, pues ya estaba un poco harto del agua del Camelbak.
Seguimos la ruta hacia Monistrol de Montserrat en busca del inicio de la subida que nos llevaría hasta el Monasterio.
Este enlace es bastante incómodo pues, al no encontrar un camino alternativo, lo hacemos por carretera. A pesar de que hay un hermoso arcén por el que transitamos, no somos muy amantes del tráfico rodado, así que apretamos el paso a pesar de la subida de algunos tramos. Creo que es aquí donde Alfons se lleva la puntilla, pues no deja mi rueda en ningún momento y acaba de "petar".

Por fín hemos llegado a Monistrol, aunque Alfons va bastante cansado. Incluso propone subir al Monasterio en el teleférico. Medio le convenzo con la pueril excusa de que igual no nos dejan subir las bicis. Pueril, pero cuela...
Al llegar al desvío de la carretera que lleva hasta el Monasterio hacemos una parada y reflexionamos sobre lo que vamos a hacer. Bueno, lo de reflexionar es un decir, pues si hubiéramos reflexionado realmente otro gallo nos hubiera cantado.
Alfons empieza a argumentar que ya ha tenido suficiente por hoy y yo le intento convencer de subir un ratito pues todavía falta bastante tiempo para que pase el tren que nos ha de llevar de vuelta. A regañadientes accede y empezamos a subir un poco y a ver qué pasa.
Enfilo la cuesta arriba a un ritmo bastante asequible, pero a la tercera curva miro atrás y ya no veo a Alfons. Aflojo hasta casi pararme y lo veo avanzar muy despacio. Enseguida nos paramos y mientras se zampa un sandwich me confiesa que va "petao". Le propongo abandonar, pero me responde que ya que está allí, sube aunque sea andando.
Me asombra su determinación y decido animarle y acompañarle todo el resto de la subida, así que le dejo que pase delante y mientras pedaleamos le voy dando conversación para que se olvide de todo lo que nos falta para llegar arriba, que todavía es mucho.
Nueva parada para hacer un trasvase de agua de mi Camelbak al suyo pues ya no le queda ni gota. Descansamos otro poco en la única sombra que somos capaces de encontrar pues está cayendo un sol implacable.

Nos cuesta retomar la subida pero seguimos a un ritmo más que lento. Alfons lleva un desarrollo muy fácil y aun así parece que no pueda moverlo. Su plato pequeño entra en acción y a medida que vamos avanzando la cadena empieza a subir a los piñones mayores. Eso no es buena señal y más cuando dice que empieza a tener calambres en los cuadriceps.
A pesar de que le voy animando todo el rato, lo veo fatal y le vuelvo a proponer desistir y bajar, a lo que nuevamente se niega. "La retirada no es una opción", me dice y se queda tan pancho.
Con un sufrimiento más que notable en la cara de Alfons, llegamos al Monasterio de Sant Benet y a partir de aquí la cosa se pone todavía más cuesta arriba con un par de repechos durillos.
En condiciones "normales", eso Alfons lo hubiera subido como una moto pero tal y como está mete el piñón más grande y sube a molinillo y empujando con la mano derecha sobre el muslo.
Volvemos a pararnos y le ofrezco un gel a ver si recupera un poco. Nos zampamos un gel por barba y seguimos subiendo.
A los cinco minutos me dice que se está mareando y se baja de la bici. Esto se está convirtiendo en una jornada épica. Le vuelvo a ofrecer bajar y otra vez me dice que llega como sea. Cree que está teniendo "una pájara" y le digo que con lo poco que hace que se ha comido un sandwich de nocilla y un gel, es imposible que tenga una hipoglucemia. Parece que lo convenzo de que no tiene una pájara y se le pasa el mareo.
Sigue empujando la bici coincidiendo con un par de rampas duras hasta que llegamos a la entrada del parking donde se da por satisfecho y me dice que si yo quiero subir hasta el Monasterio que me espera allí. Tras asegurarme de que se encuentra bien, lo dejo descansando y esprinto cuesta arriba hasta llegar arriba del todo sorteando coches, autocares y turistas que atestan el Monasterio.
Llego a la plaza del Monasterio y llamo a la cónyuja para decirle que vamos con bastante retraso sobre el horario previsto y que Alfons está bastante mal. Me tomo otra Coca-Cola y tiro para abajo como una bala hasta llegar donde dejé a Alfons.
Cuando llego a su altura ya tiene mejor cara. Sin duda el descanso le ha venido de fábula y más sabiendo que ahora todo es ya cuesta abajo.
Al empleado de la caja del parking le pregunto por la estación de Renfe donde tenemos que coger el tren y más o menos nos indica la dirección pero nos comenta que está bastante lejos del cruce de Monistrol.

Falta media hora para que pase el tren así que no nos podemos despistar mucho.

Bajamos bastante deprisa aunque no a tumba abierta y lo que nos ha costado subir más de una hora, lo bajamos en menos de 10 minutos. ¡Cosas de la gravedad!

De la estación de Renfe que buscamos sólo sabemos que se llama Monistrol de Montserrat-Castellbell i el Vilar, así que yo suponía que estaría entre ambos pueblos ¿no?, pues NO.

Cogemos la carretera dirección Castellbell y, al no encontrar la estación, a la entrada del pueblo pregunto a unos lugareños que me dicen que hay que subir toda la carretera hasta atravesar el pueblo y que allí está el desvío a la estación. También me indican que hay un atajo pero que hay que subir escaleras. En ese momento recuerdo los cuadriceps de Alfons y me imagino lo que les pasaría si se pone a subir escaleras con la bici al hombro.

Cuando termino de preguntar, Alfons ya me ha alcanzado, pero no me veo con ánimos de decirle que viene una subida, así que le engaño y sólo le digo que me siga, que ya falta poco.

El tiempo apremia más y más y veo que no vamos a llegar a tiempo de coger el tren.

Llegamos a la estación 3 minutos tarde y el tren ya ha pasado. Lo hemos vuelto a hacer. Cuando fuimos a Sant Celoni, perdimos el tren por 5 minutos y nos tocó esperar una hora y ahora nos ha vuelto a pasar lo mismo.

A la vista de la estación estoy atónito, pues está compuesta de un edificio de tiempos de María Castaña, que lleva abandonado mucho tiempo y que está completamente lleno de pintadas, cristales rotos y hierros oxidados. ¿Por aquí pasa el tren? ¿Y además para?.

Por supuesto ni tiene bar ni expendedor de billetes ni nada que se le parezca, además de estar a las afueras del pueblo en un descampado. Ante tal desconcierto, Alfons coge el móvil y empieza a llamar a información de Renfe pues no vaya a ser que esperemos una hora hasta las 15:16 y luego el tren no pare.
Le confirman que sí, que los trenes pasan y que además paran, así que nos lo tomamos con calma y empezamos a llamar a las cónyujas para avisar del desaguisado horario.
Alfons deja un mensaje en el contestador y se libra de la reprimenda, de momento. Yo no tengo problemas para contactar y la voz de mi sufrida cónyuja deja entrever el más que evidente disgusto, pero ahora ya no podemos hacer nada, salvo esperar el próximo tren.
Yo me lo tomo con paciencia sentado en la sombra mientras Alfons, que en la última subida ha echado el resto de lo que le quedaba, se pone a hacer estiramientos mientras deja la bici tirada en el andén, signo de que está bastante harto de ella.
Al cabo del rato llega un lugareño réplica casi exacta del famoso Neng de Castefa, que nos ameniza la espera con una conversación digna de ser grabada.

Que si él prefiere hacer curvas con su moto, que si se la pegó y ahora la tiene siniestro total, que si qué cansado es eso de dar pedales, que si hace un mes fue a un Maxitunning, en fin, que "lo fliplamos" hasta que llegó el tren.
Al subir escojemos vagones diferentes y, por fin, la paz vuelve a reinar hasta que la cónyuja de Alfons llama a mi móvil y yo viendo el marrón que se avecinaba, le paso el aparato al destinatario de la llamada que, evidentemente, era Alfons. Puedo atestiguar que los gritos que salían del auricular se oían desde lejos.

A las 16:00 llegamos a la estación de Cerdanyola y poco después llegamos a casa de Alfons, meto la bici al coche y tiro para casa donde llego pasadas las 16:30.
El ambiente doméstico era bastante tenso, así que sin rechistar, me comí el arroz frío que me aguardaba y que me supo a gloria bendita, ducha y a pasear que "ya está bien todo el domingo aquí solas las dos".

Yo por lo menos comí, que hubo otros que ni eso, ¿verdad Alfons?
Al día siguiente pude descargar el track del recorrido y comprobar que la dureza que apreciamos se correspondía con la realidad: 81 kms y 1900 metros de desnivel positivo lo atestiguaban.

Ahora toca hacer bondad que ya se han consumido los "vales por una jornada ciclista intensa", durante algún tiempo.